Ynambu'í

Feliciano Acosta Alcaraz

La nube recoge el resto de humo y se apaga definitivamente el fuego del campo.

Cuando el sol asoma en el horizonte. La perdiz deja su nido, se sacude y sale al campo en busca de comida.

Silba y como de costumbre camina y de vez en cuando vuela bajito.

De repente ve un hilito de humo que se levanta de un pequeño matorral.

Rápidamente el fuego lame y zigzaguea en el campo.

La perdiz enloquece, aletea, grita cada vez más fuerte.

Compañeros, ¿dónde están? –dice con una temblorosa y rota voz.

La paloma desde lejos escucha el lastimero llanto de la perdiz y vuela, vuela lo más rápido posible para acompañar a su prójimo.

Voló sobre la perdiz y desde lo alto con su peculiar voz le dijo:

–Vuela alto, compañero, rápido vuela alto, lo más alto posible y sube y baja gritándole una y otra vez.

La nube se infla, se extiende, se aproxima a la tierra y desde allí con su ronca voz le dice:

–No te desesperes pequeña perdiz, apagaremos enseguida –Y derramó agua clara, ruidosa lluvia.

El campo en llamas rápidamente se apaga y humea.

La perdiz con aleteos sopla el humo del campo.

La nube recoge el resto de humo y se apaga definitivamente el fuego del campo.

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