Así como las aves del paraíso conservan su plumaje, existen seres que, por artilugio de los dioses paganos, o por voluntad del Señor (para nosotros, los cristianos) tienen intacta su alma antigua; su corazón de niño. El paso de los años, las convenciones, lo políticamente correcto, la estricta racionalidad cartesiana, no los afectan. Son poetas, maestros, seres que sueñan y conservan en la mirada que viene de lo hondo, esos colores inenarrables del Paraíso; matices indescriptibles de belleza ajena a este mundo.
Estela Asilvera es un ave del paraíso. Desde allí, nos acerca las fragancias y los colores de ese espacio sin coordenadas geográficas donde ella accede, desde ese portal escondido tras la cascada. Leer su libro es comulgar somo Moctezuma, con el fruto de los sueños (tomado de una de sus obras). A través de su ejercicio de escritura catarsis-exorcismo, nos purifica también a los lectores.
- María Luisa Ferreira
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